domingo, 22 de junio de 2014

El castellano de Alfonso X

El latín empezó a usarse en Hispania como resultado de su gradual incorporación al Imperio Romano y de la romanización consiguiente de los distintos pueblos prerromanos. La fase de conquista y asentamiento dio paso a la latinización. Ahora bien, el uso del latín no fue impuesto: las poblaciones locales lo aprendieron de los colonos romanos, administradores, etc. El proceso fue rápido en algunas zonas (este y sur), más lento en otras (centro, oeste y norte) y no llegó a completarse en un área (el País Vasco).



Desde el siglo X y hasta principios del siglo VIII, la mayor parte de la Península se encontraba sometida al dominio de la monarquía visigótica y de su aristocracia. Los visigodos estaban ya parcialmente romanizados antes de entrar en la Península y es muy probable que mantuvieran desde el principio una situación de bilingüismo entre el latín y su lengua nativa que no alcanzó, en su etapa hispánica, estatus de código escrito, por lo que el latín continuó siendo la lengua de cultura.

La invasión islámica del 711 tuvo enormes consecuencias lingüísticas, pues no sólo provocó el contacto entre el latín hispánico y sus descendientes con el idioma de otra cultura, sino que creó además las condiciones para la aparición de un número importante de préstamos léxicos y semánticos procedentes del árabe. Los efectos lingüísticos de la conquista fueron más profundos todavía, ya que transformó completamente el mapa dialectal de España e hizo cobrar importancia a unas variedades romances que, de no haber tenido lugar esta gran alteración, hubieran quedado marginadas y relegadas a la periferia. 


Igualmente importantes fueron las consecuencias lingüísticas de la Reconquista cristiana de la Península. Las modalidades hispanorromances de habla que eran hasta entonces marginales se extienden hacia el sur. Entre estas variedades periféricas del romance hispánico figuraba una de las más “anómalas”, el castellano, que se iba a convertir después en la lengua más extendida.

Al principio, las características propias de la zona de Burgos y sur de Cantabria se difundieron hacia el sur, sureste y suroeste, debido al establecimiento de castellanos en los territorios reconquistados y porque gentes de otra procedencia lingüística adoptaron el castellano. La creación del reino de Castilla (1035) avivó la conciencia de la identidad individual del habla castellana; asimismo, la conquista de Toledo en 1085 tuvo una significación lingüística notable, dado el prestigio que este triunfo aportaba a Castilla y a su vehículo de expresión, el castellano.

Los rasgos del castellano no se difundieron únicamente por aquellos territorios del mediodía peninsular hasta donde había llegado el reino de Castilla; mientras éste crecía hacia el sur, la población de los reinos vecinos iba adoptando caracteres propios de la manera de hablar de los castellanos. Las razones de esta expansión lateral y de la imitación de los rasgos lingüísticos castellanos radican en el prestigio político de Castilla, resultado de su papel predominante en la Reconquista, así como en el desarrollo de su literatura. 


Alfonso X el Sabio vivió en un ambiente lingüístico bastante complejo tanto desde un punto de vista dialectológico como cultural. Por una parte se utiliza, según las regiones, el latín o el árabe como lengua de erudición. Al mismo tiempo se hablan cinco tipos de dialectos románicos y un idioma de origen no-indoeuropeo. El latín y el árabe se escriben, los dialectos muy raras veces. El mérito de Alfonso X consistió en dar a la prosa castellana a través de sus obras el rango de una prosa escrita apta hasta para el uso científico.

Al tiempo y la obra de Alfonso el Sabio se le atribuye la fijación y nivelación ortográfica de la lengua castellana. Ésta se trata de un sistema muy fonético, base de la admirable ortografía española moderna. Otro hecho de fijación del idioma y anterior concurrencia de tradiciones es el de la no apócope vocálica; Lapesa analiza el proceso y concluye que la oposición en el comportamiento respecto a la vocal –e hubo de consistir en el conflicto entre dos tradiciones. El rey se sumó a la de uso más espontáneo llevado quizá por su inclinación a un tipo de lenguaje más llano.
Asimismo la sintaxis ganó entonces hasta hacer al idioma capaz para toda clase de exposiciones. Dámaso Alonso la caracterizó bien llamándola trabada y abundante. Por igual, las definiciones léxicas alfonsíes contribuirán a la mejor propiedad de la lengua, fuera de que en sí mismas pueden resultar excelentes.

LA NORMA DE TOLEDO
El uso de la lengua patrimonial castellana fue muy precoz y anterior respecto a otros reinos; no bastaba, no obstante, así: faltaban sintaxis y léxico adecuados y ajustados y a este final llevará la empresa de Alfonso X, que aumentó los medios expresivos de la lengua y en ello fundamenta su trascendencia histórica.
El castellano tiene ahora su centro normativo en Toledo: la alfonsí es la prosa literaria, pero de la misma precipita un sistema lingüístico para el hablar. Tal sistema normativo absorbe e incluye la variedad dialectal leonesa, de modo que diría Menéndez Pidal: "En tiempos del Rey Sabio, León estaba, no ya unido a Castilla, sino confundido con ella, tanto que nunca se nombra un lenguaje leonés, y probablemente cuando Alfonso pone énfasis en lo que él llama castellano drecho, incluiría bajo tal denominación también el habla de León".
Lapesa ha probado que en documentos notariales otorgados en la zona centro-occidental de Asturias, desde 1270 comienzan a manifestarse tendencias que separan su lengua del gallego y la aproximan al asturiano central y al castellano, para al cabo los restos dialectales hallarse extinguidos a fines del XV. 


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