domingo, 15 de junio de 2014

No te vayas... - Gabriela Keselman y Gabriela Rubio

Encontré Maus gracias a, entre otros, este precioso álbum ilustrado. Nunca había abordado este tipo de libros en los que texto e imagen son tan dependientes uno de otro,  fue gracias a una de las tareas que tuve que realizar para un curso en el que me inscribí hace unos meses, y ha sido todo un descubrimiento. A pesar de estar orientados, en general, para un público infantil (mayoritariamente prelector) la combinación de ambos elementos (texto e ilustración) es todo un arte al que me ha encantado acercarme. Lo recomendaría a cualquiera, niños y grandes, pues sigo creyendo que la belleza y la capacidad de emocionarse no tienen una edad concreta. Este precioso relato es, a diferencia de Maus, perfecto para leer en un soleado día, preferiblemente en una posición en la que la luz incida directamente sobre sus páginas y sus evocadores colores.

No te vayas… nos muestra la historia de Catalina, una niña a la que no le gusta despedirse nunca: ni del sol, ni del invierno, ni de su globo, ni de su diente, ni de la espuma de su bañera, ni de su triciclo, ni del autobús, y mucho menos de su papá por las noches. Sin embargo, este álbum ilustrado nos enseña (a todos, no solo a los niños) que a veces debemos decirle adiós a las cosas para hallar después otras tan buenas, ¡o incluso mejores!




El libro sigue un esquema repetido en el que texto e imagen quedan perfectamente imbricados. Cada acontecimiento comienza con una imagen a doble cara y un pequeño texto de cuatro líneas que empieza siempre igual «A Catalina no le gusta despedirse» y termina con aquello de lo que Catalina no quiere despedirse. A continuación siempre la petición de la niña «No te vayas…», y el aludido se queda un poquito más, pero siempre se tiene que ir para que podamos pasar de página para encontrarnos con aquello que llega después. Tras el sol, por ejemplo, llega la luna. Pero aquí no hay texto, es la imagen la que expresa toda la fuerza mostrándonos a  Catalina sonriente ante el hermoso espectáculo, subida a la rama de un árbol. Así se suceden todas las historias hasta que Catalina debe despedirse de su papá, que tiene que irse de la habitación para que todos los sueños de la pequeña la rodeen y la hagan viajar a un mundo nuevo.

Las ilustraciones son muy sencillas y reconocibles, el desafío se encuentra en la gama cromática que la ilustradora ha elegido: rojo, blanco, dorado y negro. Estos cuatro colores son los encargados expresar cada pequeño matiz, el sentimiento de pérdida, la alegría. Son los colores los que verdaderamente ayudan a perder el miedo a lo desconocido, pues el mundo, al fin y al cabo, se compone siempre de los mismos colores.

Además del mensaje, que me parece fundamental en este tipo de obras para los aprendices de lector, el libro ofrece también una calidad tanto visual como lírica que ayudan a conformar un universo ficcional apetecible para los más pequeños y degustable por los más mayores.

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