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viernes, 4 de julio de 2014

De Febo a bermejazo....un viaje hasta el barroco a lomos de un mito ovidiano


El mito de Apolo y Dafne ha llegado hasta nuestros días con el mismo vigor con que fue escrito por Ovidio en sus Metamorfosis en los albores del siglo I d.C. La transmisión de un gran número de estos relatos ha sido relativamente sencilla gracias a la recuperación que de ellos se hizo durante el periodo renacentista. El humanismo, en su afán por despertar de nuevo el espíritu clásico, no solo favoreció la recuperación, traducción y anotación de textos que se creían perdidos; también significó la revitalización de muchas de las formas y, sobre todo, de los motivos greco-latinos. Así, atravesando la Edad Media en forma de referencias cristianizadas y moralizantes, los mitos, la religión oficial del pueblo romano, llegaron a convertirse en torno a los siglos XV y XVI en uno de los temas más explotados por los autores de toda Europa. Posteriormente, en su evolución hacia el barroco español, estos mismos temas tomaron un cariz bien distinto, siendo tratados como motivo satírico-burlesco por un gran número de poetas, entre los que destacó don Francisco de Quevedo y Villegas. 
El mismo Ovidio fue el que predijo esta pervivencia a lo largo del tiempo, en los versos finales de su gran obra:
Ya he culminado una obra que no podrán destruir
Ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el tiempo voraz.
Que ese día que no tiene derecho más que a mi cuerpo,
Acabe cuando quiera con el devenir incierto de mi vida;
Que yo, en mi parte más noble, ascenderé inmortal por encima
De las altas estrellas y mi nombre jamás morirá, y por donde
El poderío de Roma se extiende sobre el orbe sojuzgado la gente
Recitará mis versos, y gracias a la fama, si algo de verdad hay
En los presagios de los poetas, viviré por los siglos de los siglos.