Horacio Quiroga nace en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878. De sus primeros intentos de escritura queda un cuaderno de poesías y la fundación de la Revista de Salto (1897). En estos textos se adivinan las importaciones de París de Darío o Lugones y, un poco más adelante, la de escritores extranjeros, entre los que destacan, por su fuerte influencia, Edgar Allan Poe que lo pone “en la pista de un decadentismo que hacía juego con su tendencia a la esquizofrenia, con su hipersensibilidad, con su hastío de muchacho rico”.
En 1990, a la muerte de su padrastro, invierte la herencia en un viaje a París en el que el joven escritor, que iba en busca de la ciudad soñada, pasó mucha hambre y multitud de calamidades. A su regreso, funda el Consistorio del Gay Saber, “cenáculo bohemio y escandaloso2” que presidiría la vida literaria de Uruguay.
En 1901 Quiroga tiene que hacer frente a tres muertes, las de dos de sus hermanos y la de su amigo Federico Ferrando, que pierde la vida en un accidente provocado por el propio Horacio. Tras el suceso disuelve el Consistorio y se traslada a Buenos Aires con su hermana María.
Viaja acompañando a Leopoldo Lugones como fotógrafo en una expedición a Misiones. En sus próximos cuentos sigue apreciándose la influencia de Poe. En 1904 publicará un volumen de cuentos, El crimen del otro. Poco a poco, en sus siguientes obras, irá despojándose del peso modernista y de las influencias de sus lecturas para introducirse en una escritura propia: con Los perseguidos toca por última vez el tema del doble; y en Historia de un amor turbio (1908) incorpora a Dostoievski.
El descubrimiento que, en 1903, le provocará Misiones hace que, gradualmente, la incorpore en sus cuentos como espacio predilecto. Finalmente comprará un terreno en San Ignacio, al que se trasladará con su mujer (una alumna) en 1910. A partir de 1912 Misiones dominará completamente su narrativa.
Es el suicidio de su mujer lo que finalmente lo hace regresar, con sus dos hijos, a Buenos Aires. Es para el escritor una época terrible de la que surgen volúmenes como Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) o Cuentos de la selva (para los niños) (1918).
A partir de 1918 comienza una nueva etapa de su labor literaria, que durará hasta su muerte. Es su mejor faceta como escritor y, sin embargo, su esplendor será muy breve, pues son otros los derroteros por los que viaja la narrativa argentina. Su obra fue vetada y sus publicaciones completamente ignoradas. En el ámbito personal, las cosas no le iban mucho mejor. Finalmente, en 1937, sólo y enfermo de cáncer, él mismo se quitará la vida.
El cuento avanza como género
literario a lo largo del siglo XIX y, poco a poco, va cobrando autonomía y
fuerza respecto de la novela. La aportación de Horacio Quiroga al desarrollo de
la narrativa breve no puede considerarse desde el punto de vista de la mera
práctica literaria, es fundamental la documentación teórica que dio al respecto.
De entre sus escritos, destaca el “Decálogo para el perfecto cuentista” del que
merece la pena reseñar algunos puntos, por ser claves para entender su obra:
- “No empieces a escribir sin
saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres
primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.”